lunes, 4 de mayo de 2009

Granujas de medio pelo


Este es el título de una de las películas más memorables de Woody Allen, desde mi punto de vista uno de los grandes genios del cine cómico gracias a sus dotes innatas para la sátira. El nombre con la que fue bautizada va perfectamente acorde con el argumento del film, que no os contaré y que os invito a ver, y sirve también para hacer referencia a una situación que tiene muy poco de gracioso, la de Maniche y Seitaridis.

Hablaba esta semana en la sección ¿Qué ha sido de…? de mi blog (De paradinha) de Mágico González, un jugador que huyó por completo de todo lo relacionado con el profesionalismo pero que amaba el fútbol y sabía ganarse a la gente por su carisma y su forma de ser, por su humildad y su humanidad. Maniche y Seitaridis no son si no dos tipos a los que, evidentemente, la profesionalidad les supone un lastre pero que además no hacen un esfuerzo por intentar hacer bien su trabajo o al menos conquistar al público.

Mágico saltaba al Carranza y deleitaba al respetable con dos o tres filigranas y goles travistiéndose de semidiós después una noche oscura. Los dos protagonistas de hoy transmiten la misma sensación dentro y fuera del campo: La de la más absoluta apatía. La misma falta de tacto que tienen al salir hasta las tantas la tienen sobre el césped, donde apenas aportan algo interesante, y la tienen con sus compañeros, cuando saltándose a la torera las normas del club no van a verles al campo.

Me gustaría saber cuál fue el momento en el que comenzaron a cruzárseles los cables, pero intuyo que debió de ser entre Oporto y Moscú. En la 2004-2005 ambos eran unos jugadores de nivel contrastado que apuntaban muchas y muy buenas maneras. Coincidieron en la ciudad portuguesa y marcharon de la mano al Dinamo seducidos por los petrodólares. Mucho me temo que el dinero y la vida rusa, donde el sol sale de guindas a brebas y los jugadores Mediterráneos se adaptan tan mal, acabaron por convertirlos en lo que son hoy, dos personajes a los que todo les da lo mismo y que huyen de sus responsabilidades refugiándose en un aspecto quasi chulesco. A buen seguro su futuro próximo estará lejos de nuestras fronteras. Vayan donde vayan, que Dios les pille confesados.
By: Carlos Mateos (De paradinha)